26 de diciembre de 2014

A trabajar en el aula: "Menéndez, rey de la Patagonia"

   En el año 2011, mientras llevaba a cabo en Chile el proceso de investigación para mi libro "Menéndez, rey de la Patagonia", me encontré con una fuerte movilización estudiantil que fue realizada a nivel nacional por los estudiantes universitarios y de secundaria. Aquellas protestas multitudinarias, que pedían poner fin al sistema educativo heredado de la dictadura, tuvieron un gran eco en Europa y sirvieron de modelo para estudiantes de otros países. El gran éxito de la protesta tuvo como consecuencia que cuatro de aquellos líderes estudiantes (Karol Cariola, Gabriel Boric, Camila Vallejo y Giorgio Jackson) obtuvieran en 2013 el acta de diputados del parlamento de Chile.

   
El testigo de los estudiantes fue recogido por los docentes, que este 2014 han continuado las protestas en favor de una educación pública de calidad, gratuita y para todos. Por eso es un verdadero privilegio que la Revista Docencia, órgano de los profesores de Chile, haya elegido "Menéndez, rey de la Patagonia" como material para trabajar en las aulas con los alumnos. Les transcribo el artículo aparecido en el número 54, correspondiente al mes de diciembre.




La extinción de los selk’nam (onas) en la Tierra del Fuego estuvo por muchas décadas envuelta en silencios, especulaciones y falsedades, hasta que el historiador español José Luis Alonso Marchante encontró el texto original de Treinta años en Tierra del Fuego, obra del misionero salesiano y naturalista Alberto de Agostini. El manuscrito da testimonio de cómo el genocidio de los pueblos indígenas de esta zona se debió a la cacería financiada por José Menéndez, español, gran latifundista del extremo sur de Chile y Argentina que acumuló su enorme fortuna con el comercio lanero. Menéndez llegó a ser dueño y señor de toda la Patagonia a través de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, imperio económico que surgió de la exportación de lanas a Inglaterra, y que llegó a abarcar navieras y bancos.

Con la inserción y crianza masiva de las ovejas en la zona, y el consecuente desplazamiento del guanaco –debido a las alambradas y la caza discriminada–, los selk’nam perdieron su principal fuente de subsistencia. Así, comenzaron a incursionar en las estancias ovejeras en busca de alimento. Ante esta “amenaza” al negocio, y bajo las órdenes de Menéndez, los hombres selk’nam fueron masacrados, y los niños y las mujeres fueron ofrecidos como esclavos en las plazas públicas. De Agostini, al igual que otros curas salesianos, fue presionado por el poder de Menéndez para atribuir la “extinción” selk’nam a otras causas (entre las que se ha argüido desde el clima al canibalismo), exculpando al latifundista y su actividad económica. En Menéndez, rey de la Patagonia Alonso Marchante da cuenta de este y otros hallazgos, logrando esclarecer las verdaderas causas del genocidio y el truculento proceso de ocultamiento de las mismas, por una cadena de intereses que nos lleva a los propios descendientes de Menéndez contemporáneos nuestros.

Este proceso, ocurrido a fines del siglo XIX y principios del siglo XX en el “fin del mundo”, la Patagonia chilena y argentina, es un proceso de invasión, colonización y exterminio tardío, si lo comparamos con la conquista de América en el siglo XVI, pero igualmente materializa en este espacio y tiempo el choque de dos mundos, de dos racionalidades y cosmovisiones diferentes (la europea occidental y la indígena americana), que dieron por resultado el holocausto humano y natural que relata Alonso Marchante. Asimismo, el libro aborda la masacre de cientos de peones de diversas nacionalidades a manos del ejército argentino –y con la colaboración del Estado de Chile–, ocurrida entre 1920 y 1921, luego de una huelga anarcosindicalista contra la explotación a la que estaban sometidos en las estancias ovejeras.


Recomendamos este libro al profesor de Historia y Ciencias Sociales, para trabajar con jóvenes de tercero y cuarto medio, abordando en grupos algunos de sus capítulos, para luego articular una reflexión crítica colectiva a partir de un relato histórico complejo, polémico y muy bien documentado. Esta obra representa una excelente oportunidad para abordar con un material nuevo, problemas centrales de la historiografía, tales como el punto de vista, la diversidad de fuentes, la censura, la verdad y los silencios de la historia. También problemáticas que son abordadas desde la antropología, como cosmovisión y formas de vida de los pueblos indígenas australes, diversidad cultural, desastres ecológicos causados por el hombre o el impacto de la racionalidad económica sobre el entorno, al romper los equilibrios ambientales.


Por Equipo Revista Docencia

17 de diciembre de 2014

En la Tierra del Fuego

En diciembre de 2009, hace ahora cinco años, tuve el privilegio de recorrer la Tierra del Fuego argentina, de sur a norte, admirando una región de una naturaleza fabulosa, habitada por gentes muy acogedoras y cuyos paisajes guardan la memoria de una historia de leyenda.

En el curso de mi largo proceso de investigación histórica que daría lugar años después al libro "Menéndez, rey de la Patagonia", publicado en Chile por Editorial Catalonia y en Argentina por Editorial Losada, me planteé muchas veces la necesidad de hacer un viaje al extremo más austral de América, ocasión que por fin llegó en esas fechas.



La isla grande de Tierra del Fuego está situada en el extremo más austral de América, entre los 65 y los 72 grados de longitud oeste del meridiano de Greenwich y entre los 52 y 56 grados de latitud sur del paralelo del Ecuador, separada del continente por el estrecho de Magallanes. Con 47.992 kilómetros cuadrados de extensión, la mayor parte de la isla está formada por mesetas y llanuras suavemente onduladas, mientras que al suroeste se localiza un terrero muy montañoso, siendo el canal Beagle su límite sur. Una línea vertical que va desde el Cabo Espíritu Santo hasta el lago Khami, separa la parte chilena (al oeste) de la argentina (en el este).



Precisamente, la capital de la provincia argentina, Ushuaia, se encuentra orillas de ese canal, a más de 3.000 kilómetros de Buenos Aires, la capital del país, y a 13.000 kilómetros de Madrid, ciudad donde yo vivo. Fue fundada en 1882 por los argentinos, que establecieron allí una prefectura marítima.



Una visita al supermercado para aprovisionarme y en ruta hacia el norte. Como no podía ser de otro modo, la compra la hice en "La Anónima", la sociedad comercial que fundaron José Menéndez y Mauricio Braun en 1908 y que llegó a monopolizar todo el comercio de las provincias argentinas de Santa Cruz y Tierra del Fuego. Hoy, la cadena de supermercados sigue en manos de sus descendientes, siendo su presidente Federico Braun. Sus empleados llevan a cabo una valiente huelga en demanda de sus reivindicaciones laborales.



De Ushuaia a Río Grande hay algo más de 200 kilómetros a través de la emblemática Ruta Nacional 3. El Paso Garibaldi permite superar la cadena montañosa y dar vista al lago Khami y a la inmensa llanura pastosa que se extiende hasta el Estrecho de Magallanes. La vegetación es en esta zona de una belleza inigualable.




El lago Khami es conocido también con el nombre de lago Fagnano, en honor de Giuseppe Fagnano, sacerdote salesiano que, sin recorrerlo, supo de su existencia gracias a los indígenas en 1891. Kakenchow o Kami, que significa Agua Grande es el nombre selk¡nam correcto y el que debe prevalecer, por encima del apellido del religioso que impusieron las autoridades y nos legó la historiografía oficial. Con sus 645 kilómetros cuadrados, las montañas nevadas al fondo y el brioso oleaje, parece un mar que quisiera escapar de la isla.



Enseguida comienza a aparecer al borde de la ruta la sempiterna alambrada que separará las tierras destinadas al ganado lanar del resto del territorio. Aunque pueda parecer casi increíble, a principios del siglo XX un millón de hectáreas donde pastaban centenares de miles de ovejas eran propiedad de solo cuatro familias, Menéndez, Braun, Montes y Bridges, emparentadas a través de poderosos vínculos familiares y empresariales.




La inmensidad del paisaje y su suave relieve permite que el viento sople con fuerza, una de las características de casi toda la Patagonia. Como además la capa del suelo propicia para la vegetación es muy estrecha, muchos árboles son arrancados con facilidad, obstruyendo grandes extensiones.



Enseguida llegué a la primera estancia que me proponía visitar, la Estancia "José Menéndez", que fue fundada en 1896 con el nombre "Primera Argentina" en la margen derecha del río Grande. Ocupaba 80.000 hectáreas sobre la antigua concesión Popper y, en sus mejores momentos, llegará a albergar 140.000 ovejas en un inmenso territorio que se extendía desde el océano Atlántico hasta la frontera chilena. El primer administrador de esta estancia fue el escocés Alexander Mac Lennan, "Chancho Colorado", de infausta memoria por las matanzas de indígenas selk'nam. 120 años después, el tiempo parece detenido en este lugar.




Atravesando el río, a unos veinte kilómetros más al norte, se encuentra la Estancia "María Behety", que Menéndez llamó "Segunda Argentina" y que era todavía más grande. 200.000 hectáreas propiedad de una sola familia donde pastaban 160.000 ovejas, en el centro del haruwen o territorio ancestral de los selk'nam. El administrador fue José Menéndez Behety, Josecito, uno de los hijos del hacendado asturiano.



Convertida hoy en un lujoso y exclusivo lodge de pesca, con campo de golf incluido, la estancia presume de tener el galpón de esquila más grande del mundo, aunque yo solamente me preguntaba qué es lo que pasó con la gente que vivía aquí antes de la llegada de los terratenientes ganaderos. 




La respuesta la iba a encontrar no muy lejos, en la Misión salesiana de Nuestra Señora de la Candelaria, que está en Río Grande. Fundada al mismo tiempo que las estancias, allí se refugiaban los indígenas que huían de las persecuciones que organizaban contra ellos los estancieros, pero solo para morir en medio de terribles enfermedades que los mismos religiosos les contagiaban. Los diarios de los misioneros y religiosas reflejan en sus monótonas anotaciones la magnitud de la tragedia.




De camino al sur, por la misma ruta nacional 3, pude ver las tropillas de guanacos, animal salvaje que también fue duramente perseguido por los administradores de las estancias ya que competía por el pasto con las ovejas. Para los selk'nam era un animal casi sagrado, puesto que toda su economía giraba a su alrededor: les proporcionaba carne con la que alimentarse, pieles que les servían para protegerse del frío y sus huesos y tendones les servían para fabricar sus arcos y otros utensilios.



Atravieso nuevamente el lago Khami, pero esta vez en dirección a Ushuaia, donde visitaré el Museo de la Penitenciaría y "saquearé" las librerías de la ciudad, en busca de bibliografía sobre la Patagonia y Tierra del Fuego. La belleza de la ruta es inigualable.



La última imagen que quise llevarme de mi inolvidable viaje la conseguí ascendiendo penosamente el glaciar Martial, desde donde se tiene una excepcional panorámica de Ushuaia, del canal Beagle y de algunas de las islas de los alrededores. Se trata del territorio yámana, el legendario pueblo de nómadas canoeros que también sufrió los terribles embates de la civilización.



Aunque los picos nevados de la cordillera Darwin nos recuerdan desde su inmensidad lo efímero de nuestra existencia, esa naturaleza fastuosa de la Tierra del Fuego contiene todavía en sus rincones el eco de unas mujeres formidables y las huellas de unos hombres valerosos que, a través de sus descendientes, nos legaron la memoria de los pueblos selk'nam y yámana.





29 de noviembre de 2014

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE, por Osvaldo Bayer


Dos veces he tenido la ocasión de hablar en persona con el admirado Osvaldo Bayer (1927-2018). La primera fue en septiembre de 2012. Me presenté en su casa de Buenos Aires, “El Tugurio”, y llamé al timbre de la puerta. Sentí unos pasos que lentamente se acercaban y el mismo Osvaldo me abrió la puerta. Me invitó a pasar, yo no lo creía, estaba ante el legendario historiador, que tanto había influido en mi visión de la historia. Tras una breve charla, le entregué un mamotreto de hojas anilladas y le dije: “Bayer, he terminado este libro y vengo a pedirle que me escriba el prólogo”. Me fui de su casa, de Argentina y regresé a Madrid. Pasaron un mes, dos, seis y, cuando ya había perdido completamente la esperanza, recibí un correo electrónico del mismo Osvaldo Bayer, adjuntando en un archivo Word el prólogo para mi libro. La siguiente vez que lo vi fue hace solo unos meses; volví a su casa, le regalé un ejemplar de “Menéndez, rey de la Patagonia” y le di las gracias por el prólogo, diciéndole que sin sus palabras, nunca hubiera podido publicar mi libro. Entonces Bayer tomo su “campari”, me miro y me dijo: “Muchacho, no diga eso, el libro es muy bueno, era necesario un trabajo como el suyo”. Gracias, maestro, nunca le vamos a olvidar.

PRÓLOGO para el libro "MENÉNDEZ, REY DE LA PATAGONIA"


   Este es un libro definitivo sobre la verdad de lo ocurrido en el sur chileno y argentino conquistado por la civilización de origen europeo. El reparto de las tierras y el genocidio consumado con los pueblos originarios. Ya nadie -después de este acopio de pruebas- podrá señalar que las versiones críticas que surgieron a medida que se producían esos hechos eran exageradas o de pura imaginación.
Lo de la Patagonia Austral es un segundo capítulo del antecedente que se llamó “Expedición del Desierto” del general Julio Argentino Roca. Es la segunda etapa que se llevó a cabo tanto en la Patagonia argentina como en la chilena. Fue otro método pero se aplicó el mismo concepto. La tierra quedó para unos pocos “civilizados” y los pueblos originarios fueron exterminados después de quitarles esas tierras. José Luis Alonso Marchante, aquí, nos presenta en especial lo que ocurrió en Chile, principalmente, pero también de su eco en la Argentina, o viceversa, en esta biografía exhaustiva del aprovechado español José Menéndez.


Paso a paso, documento por documento, mencionando todos los testimonios oficiales y privados, y las investigaciones habidas hasta el momento, y nos deja algo indiscutible. Algo para el gran debate acerca de nuestros “héroes”, nuestros “pioneros”, nuestros “hombres que traen consigo el futuro”. En esto están consagrados años de labor, de consulta, de información de época. El autor no deja de lado de discutir todas las opiniones de los historiadores hasta el presente sobre este tema, para aprobarlos o demostrar deficiencias. Lo mismo acerca de los testimonios citados en tales investigaciones, o informaciones de prensa, o las versiones de las autoridades de aquel tiempo. Aquí, en estas páginas, hay años de investigación, una investigación sabia y profunda, alejada de cualquier concepto ideológico. Basándose siempre en los principios de la ética y de la verdad histórica.
Quien, como el autor de este prólogo, dedicó más de una década a la investigación de las huelgas rurales patagónicas no puede menos que aplaudir ahora una obra como la de Alonso Marchante. Ahora sí, ya tenemos el camino para llegar a las conclusiones a las que deben arribar los políticos que representan a la verdadera democracia en esas regiones. Esperemos que aprendan y que esas comarcas no sigan sujetas al juego de los mezquinos intereses de los “dueños”. Que esta verdad histórica pueda servir como código del futuro para no volver a cometer injusticias tan tremendas que obligan a pensar en cómo, en esos años de “liberal-positivismo”, se traicionaron los principios de Mayo y el pensamiento de esas campañas libertadoras de San Martín y O´Higgins (además de lo que significó el verdadero genocidio de los pueblos originarios). Y pensemos como esos llamados civilizadores no pensaron tampoco en el debido respecto a la Ecología.

Todo el programa llevado a cabo por la denominada “civilización” de los que “descubrieron” América será llevado a cabo, entre otros, por un comerciante español, tal vez ni siquiera proponiéndose ningún “plan civilizatorio” sino sólo a través de su afán de riquezas, de su ansiado “progreso propio”. El egoísmo humano que los acompañó los hizo protagonizar actos de absoluta crueldad sin contemplaciones, porque había que ganar todo para llevar a cabo “la civilización de la barbarie”.
El autor de este libro, primero hace una profunda presentación del escenario donde va actuar el comerciante José Menéndez. De ahí, los capítulos sobre los pueblos originarios de toda la región, especialmente la fueguina. Y después pasará a descubrir los métodos empleados por los “civilizados” para exterminar a la población originaria en una parte del libro titulada “Violencia contra los indios”.  Entre ellos se menciona a Luis Piedrabuena, un personaje que en su honor lleva su nombre una ciudad argentina de la provincia de Santa Cruz. Un dato para pensar en la vergüenza que sufrimos los argentinos, que tenemos que vivir en ciudades o calles con el nombre de genocidas o explotadores, con grandes homenajes a ellos. El autor de este libro se dedica a un concienzudo trabajo acerca del estado de la historia, en especial de las regiones de Tierra del Fuego y de la ciudad chilena de Punta Arenas. También está explicada en todos sus detalles -positivos y negativos- la posición de los representantes de la Iglesia Católica. Principalmente, lleva a cabo el estudio histórico de la misión Fagnano: cuyo nombre es recordado hoy en Tierra del Fuego con un lago, el mayor de esa región. En vez de respetar los bellos nombres originales puestos por los habitantes de los pueblos originarios siempre referidos a las características de la naturaleza. No, se pusieron los nombres de sus conquistadores.

También está aquí la historia del imperio económico de Menéndez-Braun, cuando las dos familias se unieron mediante la boda entre Mauricio Braun y una hija de Menéndez.  Y todo el proceso de cómo se cambia la vida de la fauna natural de la región: por ejemplo, el guanaco va a desaparecer cuando llega la oveja. Y está el capítulo de los “cazadores de indios“, crimen de los peores de nuestra historia conjunta chileno-argentina en ese verdadero paraíso de paisajes que es Tierra del Fuego y la Patagonia continental. Hasta se llegó al colmo: al “remate de indios”, como se había hecho durante la colonización española, con el remate de esclavos de origen africano. La “civilización” europea, occidental y cristiana. Todo terminará para José Menéndez, verdadero “conquistador” de esas tierras, con la disputa de su fortuna por sus propios hijos. Como debía terminar esta historia trágica. Por encima de toda moral, el dinero.

Vuelvo a sostener: esta obra será un libro de consulta obligada para todo estudioso de la historia contemporánea del Sur argentino-chileno. Es un testimonio irrefutable de cómo estadistas y comerciantes destruyeron los sueños de todos nuestros Libertadores, todos muertos en la humildad más absoluta. Un libro para aprender esta lección de Ética que nos enseña el investigador a fin de no repetir la historia. Y vemos que finalmente siempre triunfa la Verdad, y la Verdad indiscutible sale a la luz una vez más.

El "Tugurio", la casa de Bayer en Buenos Aries, con el mural de Martín Zinclair

9 de noviembre de 2014

Galería de terratenientes de la Tierra del Fuego argentina

La isla grande de Tierra del Fuego está situada en el extremo más austral de América, entre los 65 y los 72 grados de longitud oeste del meridiano de Greenwich y entre los 52 y 56 grados de latitud sur del paralelo del Ecuador, separada del continente por el estrecho de Magallanes. Con 47.992 kilómetros cuadrados de extensión, la mayor parte de la isla está formada por mesetas y llanuras suavemente onduladas, mientras que al suroeste se localiza un terrero muy montañoso, siendo el canal Beagle su límite sur.
Surcada por numerosos ríos, siendo el mayor de ellos el río Grande que desemboca en el océano Atlántico, cuenta también con varios lagos, destacando el lago Kami en el centro sur de la isla, con 645 kilómetros cuadrados de superficie. Desde la firma en 1881 del Tratado de Límites entre Argentina y Chile, la isla está dividida entre estos dos países mediante una línea recta que parte del Cabo Espíritu Santo, en el norte, hasta tocar el canal Beagle, en el sur, de tal modo que la parte oeste corresponde a los chilenos y la parte este a los argentinos.


Mapa de Tierra del Fuego 1886 (Instituto geográfico argentino)

Este escenario de una enorme belleza era el territorio ancestral del pueblo selk'nam, una comunidad de cazadores-recolectores que comenzaron a habitar la isla hace al menos nueve mil años. Toda la cultura de los selk'nam tradicionales giraba alrededor del guanaco, un animal perteneciente a la familia de los camélidos, ágil, esbelto, de patas delgadas y cuello enhiesto, cuya caza les proporcionaba el alimento para su supervivencia, además del vestido, el techo para sus tiendas o el material para confeccionar muchos utensilios de su vida diaria.
Sin embargo, a finales del siglo XIX, con la invasión de sus tierras por los terratenientes y ganaderos, los selk'nam van a sufrir una despiadada persecución, que acabará con muchos de ellos muertos a tiros mientras otros, después de ser cazados como animales salvajes, serán confinados en las misiones salesianas donde morirán a consecuencia de la tuberculosis y el sarampión. Por fortuna, hubo sobrevivientes y hoy los selk'nam de Tierra del Fuego mantienen intactas sus reivindicaciones y el orgullo de su pueblo.


Mujer selk'nam 1917 (Alberto María de Agostini)
Pero estas tierras arrebatadas a sus habitantes originarios no fueron repartidas entre la multitud de colonos que en aquella época ansiaban trabajar la tierra. En cambio, toda la parte argentina de la Tierra del Fuego, un inmenso territorio que reúne unas condiciones ideales para la cría del ganado ovino, será monopolizado por cuatro poderosos terratenientes, unidos entre sí por vínculos familiares y empresariales. Estos son sus nombres:

JOSÉ MENÉNDEZ (1846-1918) 

De origen español, José Menéndez fue probablemente el más grande terrateniente de la Patagonia, de tal modo que fue capaz de reunir en sus manos millones de hectáreas de tierras en Magallanes, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Chubut, que dedicó a la ganadería ovina. Además, poseyó una red de almacenes y tiendas que todavía existe con el nombre de "La Anónima" y puso en pie una flota de navegación cuyos barcos empezaban siempre por la letra "A" en recuerdo de su tierra asturiana.


José Menéndez en 1906 ("Revista Argentina Austral")
El asalto de Menéndez a la Tierra del Fuego se produjo en 1894 cuando el asturiano se hizo con las 80.000 hectáreas que el gobierno argentino había concedido al explorador rumano Julius Popper solamente unos años antes. Popper falleció en Buenos Aires repentinamente, en condiciones muy extrañas dada su juventud, y la concesión fue a parar a manos de José Menéndez. 
Estas tierras fueron el embrión de las estancias "Primera" y "Segunda Argentina", que ocupaban 300.000 hectáreas de las mejores tierras a ambos márgenes del río Grande, casi quince veces más de lo permitido por las leyes de la época. Dos de los administradores de sus estancias, el escocés Alexander Mac Lennan y el italiano Giuseppe Pezzoli, se hicieron tristemente famosos por sus récords como "cazadores de indios". No hay que olvidar que Menéndez tenía fama de estar siempre al tanto de hasta el más pequeño de los detalles de sus negocios, por lo que ambos hombres actuaron cumpliendo escrupulosamente sus instrucciones.

MAURICIO BRAUN (1865-1953)

Mauricio Braun fue casi con toda seguridad el más inteligente de los hacendados de América del sur. Hijo de un modesto hojalatero letón llegado a Punta Arenas en 1874, Mauricio Braun comenzó muy joven a trabajar como dependiente del almacén del portugués José Nogueira, que había hecho una gran fortuna con la caza de lobos y el raque.
Además de aprender sobre el comercio y los negocios, un golpe de fortuna hizo que su hermana, Sara Braun, se casará con su patrón que, aquejado por una grave enfermedad, murió al poco tiempo quedándose los Braun con toda su fortuna. En enero de 1895, tras convertirse al catolicismo, Mauricio Braun dará su paso más sonado al casarse con la hija mayor de José Menéndez, ligando indisolublemente las dos familias más ricas de la Patagonia.


Mauricio Braun y Josefina Menéndez (Museo Reg. Magallanes)

En Tierra del Fuego argentina, los Braun eran dueños de la estancia "Sara", que ocupaba 95.000 hectáreas en el norte de la isla, frente a la Bahía San Sebastián. En 1912 Mauricio Braun trató de engrandecer su estancia comprando los terrenos de la misión salesiana de Nuestra Señora de la Candelaria pero en el último instante, Giuseppe Fagnano, se los vendió a su suegro, José Menéndez, que les pagaba 20.000 libras más. Aún así, Mauricio Braun llegó a poseer casi medio centenar de estancias a su nombre o el de sus sociedades, repartidas por toda la Patagonia ocupando millones de hectáreas. Falleció en Buenos Aires, inmensamente rico, siendo enterrado en el exclusivo cementerio porteño de Recoleta.

JOSÉ MONTES (1855-1947)

De orígenes asturianos como Menéndez, José Montes llegó a Magallanes más o menos en las mismas fechas, en el último cuarto del siglo XIX. Dedicado al trueque y el comercio con los tehuelches, Montes pronto hizo una gran fortuna que invirtió en la ganadería ovina.
En Tierra del Fuego, José Montes obtuvo en 1911 del gobierno argentino 115.000 hectáreas donde fundó dos estancias “San Pablo” y “Santa Ana”. Para burlar las leyes argentinas, que limitaban a 20.000 hectáreas el máximo de propiedad por persona, obtuvo seis lotes a nombre de distintos prestanombres, triquiñuela legal habitual entre los terratenientes.


José Montes Pello ("La Patagonia austral")
Menéndez y Montes tuvieron siempre una gran amistad e incluso realizaron algunos viajes juntos a Asturias. Como era costumbre, terminaron emparentados al casarse una de sus hijas, Teresa Montes Thurler, con el tercer hijo de Menéndez, José Menéndez Behety. 
Empresario menor a pesar de su gran riqueza, el historiador regional Mateo Martinic nos ha dejado la mejor descripción suya: “Aunque rústico y al parecer huraño, era un trabajador incansable. Como otros en aquella época, se dedicó a variados trabajos lucrativos que, ahorrativo como era, le permitieron hacerse de un pequeño capital que a su tiempo le posibilitaron incursionar con éxito en la crianza ovina tanto en suelo magallánico como en el argentino de Santa Cruz. Con los años llegó a ser un importante empresario con negocios ganaderos y mercantiles. Dejó una abundante descendencia magallánica. Reservado, siempre trabajó por cuenta propia, ganando fama por su sentido de la economía lindante con la cicatería”.

LUCAS BRIDGES (1874-1949)

Los ingleses Bridges tienen el triste privilegio de ser los primeros terratenientes de la Tierra del Fuego argentina. Procedentes de las Islas Malvinas, la primera hacienda, la estancia "Harberton", fue fundada por Thomas Bridges a orillas del canal Beagle en 1886. Thomas había sido misionero de la Patagonian Missionary Society pero el fallecimiento de la mayor parte de los yaganes asilados en la misión, precisamente a causa de las enfermedades que les transmitían los propios religiosos, le convenció de dejar los hábitos y convertirse en ganadero. A su muerte, serán sus hijos Despard, Lucas y Will quienes heredarán las tierras.
De entre ellos, el más conocido fue Lucas Bridges, que escribió su propia autobiografía, "El último confín de la Tierra", donde relata una infancia y juventud entre los indígenas selk'nam. Sin embargo, de "amigo de los indios" se convirtió simplemente en un rico estanciero más. En 1900 Lucas se hizo con más de 100.000 hectáreas de las mejores tierras de los indígenas, donde fundó la estancia "Viamonte" en la que empleaba a los indígenas como peones sin sueldo. Ya en la época, destacadas personalidades como el gobernador Pedro Godoy acusaban a estos hacendados británicos de “amansadores de indios, que vienen a pedirle al gobierno grandes concesiones de tierras con el objeto de atraerlos a la vida civilizada y que lo que hacen es explotarlos en provecho propio”.


Lucas Bridges ("El último confín de la Tierra")
Los Bridges mantuvieron excelentes relaciones comerciales con el resto de los ganaderos de Tierra del Fuego, de tal modo que el Frigorífico de Río Grande, fundado en abril de 1917, fue compuesto por cuatro socios: Menéndez, Braun, Montes y Bridges. Más aún, Esteban Lucas Bridges constituyó hacia 1920 junto a Mauricio Braun y Francisco Campos Torreblanca, yernos ambos de José Menéndez, la sociedad Estancia Posadas, Hobbs & Cía para explotar medio millón de hectáreas en la región de Aysén.

Recorrer hoy, en 2014, la Tierra del Fuego argentina de sur a norte, desde Ushuaia a Río Grande a través de la ruta nacional 3, es viajar al lado de una permanente alambrada, que todavía señala la propiedad privada de los descendientes de estas cuatro familias de terratenientes que un día, hace ahora más de cien años, se apropiaron en exclusiva de una tierra que no les pertenecía. Ahora bien, el viajero atento puede adivinar las huellas de un drama que ni el paso del tiempo ni la interesada escritura de la historia han podido borrar.

Fuentes:

ALIAGA ROJAS, Fernando, La misión salesiana en isla Dawson, 1889-1911, Editorial Don Bosco, Santiago, 2000.
ALONSO MARCHANTE, José Luis, Menéndez, rey de la Patagonia, Editorial Catalonia, Santiago, 2014.
BÁEZ, Christian y MASON, Peter, Zoológicos humanos. Fotografías de fueguinos y mapuches en el Jardin d’acclimatation en París, siglo XIX. Pehuén editores, Santiago, 2006.
BARBERÍA, Elsa Mabel, Los dueños de la tierra en la Patagonia austral, 1880-1920, Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Santa Cruz, 2001.
BELZA, Juan Esteban, En la isla del Fuego, Tomo I: Encuentros, Instituto de Investigaciones Históricas de Tierra del Fuego, Buenos Aires, 1974.
BRIDGES, Esteban Lucas, El último confín de la tierra, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2008.
DE LA VAULX, Henry, Voyage en Patagonie, Editorial Hachette, París, 1901.
FUENTES RABÉ, Arturo, Tierra del Fuego y los canales magallánicos, Imprenta Central, E. Lampert, Valdivia, 1923.
GUSINDE, Martin, Los indios de Tierra del Fuego. Vol. I: Los Selk'nam, 2 Tomos, Centro Argentino de Etnología Americana, Buenos Aires, 1982.
MARTINIC BEROS, Mateo, Menéndez, Braun, prohombres patagónicos, Ediciones de la Universidad de Magallanes, Punta Arenas, 2001. 
NAVARRO FLORIA, Pedro, Historia de la Patagonia, Editorial Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1999.
OPORTUS MENA, Carlos, Informe sobre el problema de colonización de la zona del río Baker, Departamento de Tierras y Colonización, Santiago, 1928.
POPPER, Julius, Atlanta, proyecto para la fundación de un pueblo marítimo en Tierra del Fuego y otros escritos, Eudeba, Buenos Aires, 2003.


28 de octubre de 2014

La historia de la Patagonia se escribe en España

    Este es el título del artículo que el pasado 27 de octubre de 2014 publicó el escritor Luis Mancilla Pérez en la sección "El desván de la memoria" del periódico "El Insular", de la región de Chiloé. Su opinión sobre mi libro "Menéndez, rey de la Patagonia" tiene un gran valor pues procede de un verdadero experto en la historia regional, autor en 2012 de "Los chilotes de la Patagonia rebelde". En ese libro Mancilla describe el perverso sistema de explotación de los jornaleros, trasladados en barcos desde Chiloé a las estancias para trabajar en la esquila, sometidos a agotadoras jornadas de trabajo, hacinados en barracones insalubres y a los que se les pagaba en vales y fichas de las sociedades ganaderas, en lugar de en pesos corrientes. Las justas protestas de los peones rurales terminarán en diciembre de 1921 en un verdadero baño de sangre, con miles de obreros asesinados por el ejército argentino en medio del silencio cómplice de las autoridades de Chile, tanto civiles como religiosas. Les transcribo a continuacion el artículo:


El título de este artículo no es un título elegido al azar. Por el contrario es una de las tantas deducciones que se obtienen después de leer el libro: Menéndez, Rey de la Patagonia, escrito por José Luis Alonso Marchante y publicado por Editorial Catalonia, Santiago, 2014. Son 351 páginas de verdades indiscutibles debidamente documentadas y datadas; obtenidas en una extensa y exhaustiva investigación que durante más de cuatro años realizó el autor, licenciado en economía en la Universidad de Zaragoza y titulado en Historia en la Universidad Complutense de Madrid, ciudad donde reside.

En las páginas de Menéndez, Rey de la Patagonia, su autor confirma aquellas criticas que los nuevos investigadores de la Historia de Chile hacen de la historiografía tradicional, la versión oficial de la historia creada como traje a la medida para vestir héroes, imaginar vidas ejemplares y crear personajes trascendentes y episodios épicos que nunca fueron tales. En esta crítica se incluye al menos dos premios nacionales de literatura e historia otorgados en tiempos de dictadura, quienes en sus obras más ocultan que revelan, más tergiversan que demuestran los acontecimientos que marcaron la historia de la Patagonia. En ese elogiar la vida de pioneros y pobladores esconden la masacre que llevó a la desaparición de los pueblos indígenas de Tierra del Fuego, la colonización chilota de la Patagonia, las huelgas y matanzas obreras, el laberinto de ilegalidades en la consecución de las tierras que permitieron crear los latifundios ganaderos, el saqueo de los buques que naufragaban en los canales australes.


El libro Menéndez, Rey de la Patagonia, en palabras del historiador Osvaldo Bayer “es un libro definitivo sobre la verdad de lo que ocurrió en el sur chileno y argentino”. Reitero en sus páginas el autor no escabulle cuestionar las afirmaciones de la historia tradicional aportando una gran cantidad de fuentes, testimonios, documentos, noticias de periódicos y una abundante bibliografía para entregar al lector una mirada de la historia de la Patagonia muy difícil de encontrar en los historiadores chilenos. Una mirada diferente sobre la conquista y la colonización de la Patagonia, que no se empantana en los lugares comunes de las artificiales vidas ejemplares de los comerciantes y latifundistas, los pioneros y pobladores de la historia tradicional. Aquellos que para defender sus ovejas asesinaban indios o cancelaban unos pocos pesos para fueran recluidos en las misiones salesianas, casi campos de concentración; o como en los tiempos de la esclavitud, en Punta Arenas, remataban para que fueran sirvientes las mujeres y los niños que permanecían hacinados en los establos de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego. 

En las páginas de Menéndez, Rey de la Patagonia, el autor da protagonismo a las mayorías siempre silenciadas, indígenas, obreros y emigrantes, y de la vida de Menéndez y la historia de la Patagonia hace una simbiosis que nos lleva por los caminos de las indesmentibles crueldades, los egoísmos, las componendas políticas para el acaparamiento de tierras y creación de sociedades ganaderas, el exterminio indígena, el saqueo de naufragios, las miserables condiciones de trabajo de los peones en las estancias; la mayor parte de ellos chilotes, a quienes Enrique Campos Menéndez, nieto del Menéndez, Rey de la Patagonia, y premio nacional de literatura en los años de la dictadura pinochetista; en su racismo y prepotencia y desprecio por ser los protagonistas de los movimientos obreros en la Patagonia los describía como “cuatro chilotes que en el peor de los casos lo único que querrán son unos pocos pesos más para emborracharse”, con esta clase de opiniones contribuyó a la creación de una imagen denigrante de la población chilena en la Patagonia argentina. No estaremos muy equivocados si pensamos que ese premio nacional de literatura le fue otorgado al nieto de Menéndez en agradecimiento a que hubiera cedido su fundo Los Robles para que la dictadura instalara un centro de detención y tortura.

Menéndez, Rey de la Patagonia, es un libro ameno, atrayente, de fácil lectura, construido con las verdades que nos escamotean los historiadores de esa Patagonia que Menéndez y otros despoblaron para enriquecerse. En este libro “la historia se escribe con perspectiva actual debido a que el pasado por definición, ya no existe”, dice José Luis Alonso Marchante. Pero con una profunda mirada que al lector le permite entender cómo y porque en el siglo XX se ha escrito la historia de la Patagonia con los ojos cerrados a la verdad y con el entendimiento oscurecido por el egoísmo de los reconocimientos fáciles para no ver la falta de escrúpulos y las insaciables ansias de riqueza de aquellos que como Menéndez disfrazaron sus ambiciones con los “maltrechos conceptos de progreso y bien común”.

Menéndez, Rey de la Patagonia, es un libro que debe estar en las bibliotecas públicas y universitarias y convertirse en lectura obligatoria en los liceos de la Patagonia chilena, en una asignatura de historia regional, si hoy discutiéramos una real y necesaria reforma educacional y no un cambio al sistema de subvenciones. Pero hace ya mucho tiempo nos avisó George Orwel: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.



18 de octubre de 2014

La expedición francesa a Tierra del Fuego (1890-1891)

En mayo de 1890 llegaban a Punta Arenas Henri Rousson y Polydore Willems con el encargo del ministro de instrucción pública de Francia de llevar a cabo un viaje exploratorio por la Tierra del Fuego. Unos años antes, en 1882, la expedición francesa de "La Romanche", dirigida por Louis-Ferdinand Martial, había realizado interesantes estudios en las islas del canal Beagle y el cabo de Hornos, pero sin aventurarse hacia el interior de la isla.

Para esa época, los selk'nam conservaban todavía la propiedad de la mayor parte de su territorio ya que faltaban unos años para que se instalaran las grandes estancias ganaderas (las de la Sociedad Exploradora en el lado chileno y las de Menéndez y Braun en la parte argentina). Solamente existía en el norte la estancia "Gente Grande" de la Wehrhahn & Cía de Rudolf Stubenrauch, donde los indígenas pronto iban a conocer la brutalidad de los ganaderos. Una de las primeras fotografías de los franceses pertenece a tres niños y una mujer selk'nam, capturados en Tierra del Fuego y trasladados a Punta Arenas. Falta el hombre que probablemente murió aferrado a su arco, tratando inútilmente de defender a su familia.



El entonces gobernador de Magallanes, el general Samuel Valdivieso, puso a disposición de los franceses todos los medios con los que contaba la gobernación, incluyendo guías locales y un vapor, el Toro, para su viaje. Punta Arenas era entonces una ciudad de dos mil habitantes, que Willems describió así:

"la ciudad posee un muelle de embarque de 250 metros de largo en cuyo extremo hay un faro; tiene además una casa del gobernador, una escuela, un cuartel con algunos cañones, dos iglesias, cerca de 800 casas de madera y próximamente será provista de un hospital. Dos o tres veces al año, la ciudad es visitada por los patagones que vienen a intercambiar sus productos de la caza, consistentes sobre todo en pieles de guanaco y en plumas de avestruz, a cambio de harina, tabaco, alcohol y cerillas".

Punta Arenas en 1890


Antes de viajar a Tierra del Fuego, los franceses estuvieron en contacto con algunos grupos de aonikenk que visitaban Punta Arenas para sus trueques e intercambios y, sobre todo, pudieron visitar la isla Dawson, donde desde hacía dos años los salesianos habían instalado una misión. En Dawson tomaron medidas antropométricas de los kawésqar confinados allí, con la finalidad de comparar después a estos indígenas con los selk'nam. En la foto podemos ver a una familia que, en lugar de las pieles de animales a las que estaban acostumbrados, se cubren con las mantas que les proporcionaban los misioneros y que eran vehículos de transmisión de contagiosas enfermedades. A la mujer le han rapado el cabello.

Kawésqar en isla Dawson

El 20 de julio de 1890 los componentes de la expedición francesa llegaban a Porvenir, que para aquella época no era otra cosa que un puñado de casuchas frente a la bahía que servían para aprovisionar a los mineros atraídos por la "fiebre del oro" y que buscaban el preciado mineral en los arroyos vecinos. Dirigiéndose hacia el norte, hacia Bahía Felipe y Gente Grande, los expedicionarios pudieron pronto encontrar los primeros grupos de selk'nam, a los que trataron de "conquistar" con regalos como collares, brazaletes, tabaco o cerillas. Enseguida se sorprendieron de la fabulosa contextura de los selk'nam, fortalecida por sus constante actividad cazadora, siempre persiguiendo a los escurridizos guanacos.



Del mismo modo, las mujeres tenían un aspecto físico formidable, sobre todo comparada con el de los kawésqar que los franceses habían visto encerrados en la misión y que estaban afectados por terribles enfermedades. A finales de agosto, los miembros de la expedición recorrieron la Bahía San Sebastían en la costa Atlántica, donde también pudieron fotografiar a algunos selk'nam y una choza abandonada.



Tras tres meses de descanso en Punta Arenas, la expedición francesa regresó a la Tierra del Fuego a mediados de 1891 con el fin de estudiar el sur de la isla. El 19 de febrero en la zona de Cabo San Pablo, tuvieron un enfrentamiento con los indígenas, matando a un selk'nam e hiriendo de gravedad a otro. Fue Luis Fique, el subprefecto de bahía Thetis quien les acogió durante dos meses, mientras esperaban un barco que les sacara de allí. En la siguiente fotografía puede verse a un selk'nam protegiéndose junto a su familia detrás de unas ramas de árboles.




En mayo de 1891 los miembros de la expedición francesa llegan a Ushuaia, compuesta por aquel entonces por una población de un centenar de personas agrupadas entorno a la casa del gobernador argentino, además de por la misión anglicana donde sobrevivían los últimos yámanas. 
El proyecto misionero de Thomas Bridges y John Lawrence tuvo un efecto devastador sobre los canoeros yámanas que vivían en libertad en esa zona, provocando su casi total desaparición de la faz de la tierra, como testimonian dos de sus descendientes entrevistadas por la antropóloga Anne Chapman: "había que hacer lo que los misioneros ordenaban. Daban ropas y los que se vestían con esas ropas, poco después aparecían muertos" (Hermelinda Acuña) "los indios se ponían enfermos por contagio, las ropas traían enfermedades" (Cristina Calderón). En la foto que tomó Rousson, puede verse a las mujeres yámanas vestidas "a la europea".

Mujeres yámana en la misión de Ushuaia
Tras un año recorriendo el extremo más austral de América, Henri Rousson y Polydore Willems regresaron a Francia con multitud de objetos, entre los que se encontraban restos humanos de los indígenas, y una gran colección de fotografías que sirvieron para ilustrar sus conferencias por Europa. Pero, ¿cuál era la verdadera motivación del viaje de los franceses a Tierra del Fuego? Algunos autores han señalado que a fines del siglo XIX Francia buscaba un lugar donde establecer una colonia que pudiera servir de avituallamiento para los barcos que realizaban el largo viaje intraoceánico entre la metrópoli y las lejanas colonias de la Polinesia. Cinco años después Henri Rousson viajaría a Madagascar, en este caso para explorar el territorio a cuenta de las empresas francesas que querían instalarse allí.

Henri Rousson en 1897
Fuera como fuese, 125 años después de aquel viaje, las imágenes nos permiten tener una idea en conjunto de la situación que vivían a finales del siglo XIX los cuatro pueblos originarios (kawésqar, aónikenk, yámana y selk'nam). De todos ellos, solamente los selk'nam mantenían casi intacto su modo de vida, ignorantes de que en unos pocos años se iba a cernir sobre ellos una violenta persecución que acabaría con su existencia.

La descripción de este viaje puede leerse en "Voyage à la Terre de Feu", de Henri Rousson, Bulletin de la Société de Géographie Commerciale, París, 1891, donde aparece estas imágenes que han sido digitalizadas y puestas a disposición de público gracias a la página web de la Biblioteca Nacional de Francia.