26 de septiembre de 2015

Molina contra Entraigas, las discusiones de los salesianos sobre el exterminio de los selk'nam de Tierra del Fuego

   No todos los salesianos aceptaron colaborar de buen grado en la ocultación de las matanzas de los selk’nam llevadas a cabo por los estancieros de Tierra del Fuego desde finales del siglo XIX. El sacerdote Manuel Jesús Molina protestó airadamente en 1963 al ver como el padre Raúl Augustín Entraigas, en su obra “Don Bosco en América”, escribía que la desaparición de los onas se había producido “no por el plomo del blanco sino por la incapacidad de su organismo virgen”. El objetivo del sacerdote Entraigas, uno de los historiadores salesianos más complacientes con los acaudalados terratenientes, no era otra que proteger el “buen nombre” de las familias Menéndez y Braun. Molina, indignado, calificó la frase de Entraigas de “aserción antihistórica” y le conminó a que la corrigiera en una errata o nota al pie, asegurando que los antiguos misioneros que fueron testigos presenciales (Borgatello, Fagnando, Beauvoir, etc) certificaron que la extinción de los pueblos originarios se debió a las matanzas de los ganaderos. 
   Merece la pena hacer pública esta carta de Molina, que conoció incluso a varios “matadores de indios”, y la respuesta de Entraigas, donde privadamente reconoce “que hubo matanzas de indios” aunque públicamente jamás se retractó.

Grupo de Selk'nam fotografiados por Charles W. Furlong en 1907 (Darmouth Library)


Carta del padre Molina a Entraigas:



Río Gallegos 3 de septiembre de 1963
Rvdo. Pbro.
Dr. Raúl Entraigas
Apreciado Hno. en D. B.:

                  Con estupor escuché leer en el comedor un concepto suyo sobre la desaparición de los Onas en Tierra del Fuego, en su reciente libro, muy interesante por cierto, “Don Bosco en América”: “y la forma vertiginosa en que los infelices iban desapareciendo…no por el plomo del blanco, como con harta ligereza y mal conocimiento de la verdad se suele afirmar también en letras de molde, sino por la incapacidad de su organismo virgen de defenderse contra los virus que necesariamente acarrea la civilización”.
                  Nosotros que estamos en el medio y vivimos con los hombres que han sido actores de los hechos o son sus descendientes directos; han sido testigos presenciales o han recogido los datos directamente de sus autores, no podemos estar de acuerdo con una aserción antihistórica de ese calibre. No desconocemos ciertamente el otro motivo y las otras causas, pero no podemos cerras los ojos a la evidencia de los hechos.
                  Los Onas del Norte del Río Grande, los “Chonkólluka”, desaparecieron de tal forma, que de ellos no quedó sino el recuerdo de unos pocos vocabularios. Y cuando al P. Beauvoir se le desestima por su obra “Los Shelknam” en los círculos científicos, es porque se desconoce la existencia de esta fracción norteña de los Onas y se cree que todo es Shelknam y con ese cartabón se juzga la obra. Su crítico, Lucas Bridges, no conoció a los Chonkólluka, desconocía, de consiguiente su idioma y de allí las fallas de su crítica, que ha sido tomada como artículo de fe por los científicios argentinos. Y esta fracción norteña desapareció tan vertiginosamente, precisamente, arrasada por el plomo de los blancos.
                  Para su archivo, si es que no lo tiene, le envío unos pasajes de El Jimmy de Herbert Childs. Habla solamente de un rincón habitado por los Chonkólluka y de cómo fueron exterminados en esa zona. Jimmy Radburne, falleció el año 1958[1]. En mis viajes por la Provincia de Santa Cruz me encontré con varios matadores de indios.
                  Espero que en una Nota o en una Errata corrija esa opinión, que no puede compartir un santacruceño o un fueguino. Algo semejante ha ocurrido con su otro libro “Monseñor Fagnano” sumamente interesante por otros conceptos pero deficiente en lo histórico, por cuya causa fue dejado de lado por los antiguos misioneros que habían vivido los hechos o habían recibido los datos de primera agua.
                  Salúdale con aprecio de siempre.
         Affmo. in D.

Contestación del sacerdote Entraigas al padre Molina:


Buenos Aires, 13 de set./63

Muy estimado P. Molina:

                  En mi poder la tuya del 3 corr.- Ella me dio pie para rever mi carpeta titulada MALOS TRATOS… CAUSAS DE EXTINCIÓN DE ABORÍGENES…
         Me dispongo a contestarte, no obstante mis múltiples ocupaciones aquí, porque valoro tu labor científica que más de una vez he puesto en evidencia en privado y en público.
Como ves tengo una carpeta que trata de eso, donde constan 24 testimonios muy encumbrados.- No he escrito, pues, ligeramente.- Comencé a estudiar ese tema en 1936, como verás, si te tomas la molestia de revisar este encuadernador cuando andes por acá.- Escribí esos renglones en la vida del P. Pedemonte luego a haber comprado en el centro un libro de una pobre mujer que tituló su libro UNA OREJA DE INDIO POR UNA LIBRA ESTERLINA y luego en el cuerpo sólo trata de una placentera excursión, en avión, por la Patagonia; pero deja el veneno en el alma… Y así se hace la historia…
         “Estamos en el medio y vivimos con los…actores…o descendientes”. Yo también, antes de escribir he tratado con los verdaderos colonizadores de aquellas tierras, va a hacer treinta años. Uds. ya no podrán alternar con el P. Crema, ni con el P. Carnino, ni con aquel pobre ebrio consuetudinario que debió volver a Turín con su vicio (que debía mantener el Cap.Sup.), ni con Giuspin, ni con Vigne, testigo de primer orden, ni con el P. Sallaberry, ni con el P. Borgatello (cuya veracidad hay que ver cómo la juzga el P. Massa), ni con Dalmasso, ni con Ferrando, testimonio de alto coturno en estas cosas, ni con Contardi, ni con Roux (porque siempre hay que escuchar las dos campanas…) y yo he podido alternar con ellos y escribir luego de escuchar a tirios y troyanos[2].
         A través de tanto y tanto testimonio fehaciente, comprenderás que no se me oculta la verdad verdadera: que hubo matanzas de indios. Y ahí está la vida de Mons. Fagnano, cuya LIMEN (pág. 17) dice eso muy bien para quien sabe leer entre renglones, pero no armar escándalo.
         No seamos nosotros los salesianos los que encendamos la tea del escándalo. No sabes la pena que me dio cuando, luego de haberle conseguido un pasaje de 1ª ida y vuelta a Tierra del Fuego a un Dominico Francés, él fue fugazmente y habiendo hallado ese brulote de Borrero LA PAT.TRÁGICA, escribió un libro de escándalo PATAGONIE ET TERRE DU FEU, en que habla de las matanzas[3], pone en ridículo a Mons. Esandi, dice perrerías de los salesianos de Comodoro Rivadavia, de los de Tierra del Fuego y de los de Punta Arenas. Nosotros no debemos imitar esos malos ejemplos. Hay temas más limpios para hacer literatura, siempre dentro del respeto que nos merece la verdad histórica.
         Mi libro Pinceles de Fuego trae un episodio EL DIMAS DE LA PATAGONIA donde se habla de esto, pero sin armar escándalo[4]. Y creo que un sacerdote que es respetable no puede bajar a la arena a recoger esas cosas… La película que yo asesoré, TIERRA DEL FUEGO, menciona el famoso episodio de la ballena envenenada. Pero ello no significa generalizar. En mi carpeta figura el opúsculo de Segers sobre las causas que influyeron en la extinción de los onas. Es raro, como comprenderás. Y está a tu disposición, si lo deseas.- Puede ser bien que una tribu, como los Chonkólluka, haya sido exterminada. Pero no todos los indios de la Patagonia… Me dices que los antiguos misioneros “dejaron de lado mi libro” sobre Fagnano. Puede ser. Lo lamento precisamente ahora que Don Ziggiotti me dice (última carta) que mis libros ocupan en n/Sociedad el lugar que ocupan los MEM.STOGR. de Don Ceria![5] Espero ir este verano. Debo documentarme mejor sobre Piedra Buena. Saludos para todos los amigos. Tu afmo. 

El libro "Don Bosco en América" de Raul A. Entraigas

   Como hemos visto, la revisión de la correspondencia personal de Entraigas nos permite constatar que el sacerdote salesiano era perfecto conocedor de las matanzas de selk'nam de Tierra del Fuego pero que, para proteger a los grandes latifundistas, estaba dispuesto a ocultarlo a la opinión pública. "Por más que sean ciertos los cargos que le hace el Padre Borgatello y otros muchos, nosotros no los podemos citar", escribía Entraigas sobre la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, la empresa formada por Braun, Menéndez y otros latifundistas que explotaba más de un millón de hectáreas en la parte chilena de Tierra del Fuego.


Declaración del sacerdote salesiano Raúl A. Entraigas sobre la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego

    Para comprender cabalmente el “respeto” que a Entraigas le merecía la verdad histórica, recordemos que fue este religioso quien en 1945 ofició las bodas de oro de Josefina Menéndez Behety, la hija mayor de José Menéndez "el rey de la Patagonia", y Mauricio Braun Hamburguer, el acaudalado terrateniente. Pero es que además, tras la ceremonia, Entraigas recibió alborozado el anuncio que le hacía Josefina; su mansión de la calle Ayacucho 1072 de Buenos Aires sería derruida para construir en su lugar una iglesia que estaría dedicada a su padre, José Menéndez, la "Parroquia del Patrocinio de San José". 
   Basta dar hoy un simple paseo por ese lugar para comprobar como se ha impuesto forzosamente la memoria de los latifundistas, con suntuosas iglesias, mientras que en Tierra del Fuego el viento recorre los silenciosos páramos por donde, durante miles de años, transitaron los legendarios selk'nam.


 
Parroquia del Patrocinio de San José, Ayacucho 1072, Buenos Aires





[1] James Radbourne más conocido como “El Jimmy de la Patagonia”, un escocés que trabajó en la estancia Springhill como ovejero, nos dejó estremecedores relatos de las cacerías humanas lideradas por otro escocés, un hombre extremadamente cruel llamado Mac Donald que “no gastaba balas en los viejos ni en las mujeres que eran dejados atrás sin defensa por los otros indios, pero saltaba de su caballo y acuchillaba a todos los que podía atrapar, viejos o jóvenes, hombres o mujeres”.
[2] Entraigas nombra en este párrafo a la mayoría de los sacerdotes salesianos que estuvieron en la Patagonia: José Crema, Luis Carnino, Javier Vigne, Luis Héctor Sallaberry, Maggiorino Borgatello, Lorenzo Massa, Santiago Dalmasso o Juan Ferrando. El “pobre ebrio consuetudinario” no era otro que el sacerdote Giovanni Zenone, encargado de las misiones volantes en Tierra del Fuego y que volvió a Italia completamente alcoholizado.
[3] Se refiere al libro de Maurice-Hyacinthe Lelong (1900-1981), religioso dominico autor de “En Patagonie et Terre de Feu”, libro publicado en 1950 en París por Editions Julliard. El etnólogo suizo Jean-Christian Spahni (1923-1992) dirá sobre él: “denunció con mucho coraje y sinceridad las atrocidades cometidas a ambos lados del estrecho de Magallanes. Este autor es considerado por muchos estancieros, al igual que sucede con José María Borrero, como un peligroso anarquista”.
[4] Se refiere al capítulo X de su libro “Pinceles de Fuego” (Sociedad Editora Internacional, Buenos Aires, 1947), titulado “El Dimas de la Patagonia”. Allí se habla de un supuesto anciano inglés que va a morir a la misión de La Candelaria, arrepentido de sus acciones violentas contra los selk’nam en sus tiempos jóvenes, cuando era capataz de estancia. Entraigas, como ya hizo el terrateniente inglés Esteban Lucas Bridges, no lo olvidemos, vuelve a proteger el “buen nombre” de los estancieros al no dar el nombre de los asesinos: Alexander MacLennan, Samuel Hyslop, Alexander Allan Cameron, James C. Robbins, José Pezzoli y otros.
[5] Eugenio Ceria (1870-1957) fue autor oficial de los salesianos, con libros como los  Annali della Società Salesiana o la Memoria Biografiche.


10 de septiembre de 2015

Los viajes de Martin Gusinde a Tierra del Fuego (1919-1923)

Las expediciones de Martín Gusinde a Tierra del Fuego

   Martín Gusinde (1886-1969) fue un etnólogo y sacerdote alemán que realizó varias expediciones a Tierra del Fuego con fines antropológicos, transmitiéndonos un valioso legado de fotografías y documentos. Aunque sus métodos serían considerados hoy día como "invasivos", su irremplazable trabajo nos permite conocer muchas de las costumbres y tradiciones de estos pueblos, sobre todo en relación con su espiritualidad.
   El resultado de sus investigaciones, escrito por él mismo, vio la luz en diversos números de la revista “Publicaciones del Museo de Antropología y Etnología de Chile”. En este apartado desarrollaremos un trabajo de análisis de esos textos, que nos permite conocer el itinerario seguido por Gusinde, dividido en los cuatro viajes realizados a Tierra del Fuego.


Ulen, espíritu selk'nam, 1923

I Expedición a la Tierra del Fuego (diciembre 1918-marzo 1919)

   Comisionado por el Museo de Antropología y Etnología de Chile, Gusinde expresa, en el primer párrafo, las razones que le llevaron a realizar dicha expedición: "Cuestiones dudosas necesitaban con urgencia ser rectificadas con una sólida argumentación y, finalmente, urgía suplir una sensible falta de datos con indicaciones y argumentos de verdadera importancia y de imprescindible necesidad para contribuir a formar un cuadro más o menos completo de la antropología, etnología y lengua de las cuatro razas fueguinas: Alakaluf (Kawésqar), Ona (Selk’nam), Haush y Yámana (Yaghanes) [1].
   Comenzó el viaje de Santiago de Chile a Valparaíso donde embarcó en el vapor “Magallanes”, de la compañía naviera Braun & Blanchard, arribando al puerto de Punta Arenas en la mañana del 20 de diciembre de 1918. Fue recibido por el obispo Abrahám Aguilera, vicario apostólico de Magallanes, y por el gobernador del Territorio de Magallanes, coronel Luis Contreras Sotomayor.



Ángela Loij, selk'nam, 1923

   Visitó en primer lugar la isla Dawson, donde su ubicó la Misión Salesiana de San Rafael, fundada por Giuseppe Fagnano en 1890. Inicialmente albergó indígenas kawésqar y más tarde, entre 1894 y 1898, ochocientos selk’nam trasladados forzosamente a instancias de las compañías ganaderas desde la isla grande de Tierra del Fuego. El objetivo de los salesianos era “civilizar” a los indios a través de la catequesis, la instrucción primaria y el trabajo. Bien al contrario, la mayoría falleció rápidamente como consecuencia del desarraigo, la inactividad y las enfermedades que allí contrajeron (neumonía, tuberculosis, sarampión y sífilis [2]). Al morir los indígenas, la misión fue abandonada en 1912 siendo los edificios y los terrenos adquiridos por la Sociedad Ganadera Gente Grande. Gusinde se dedicó a excavar el cementerio, desenterrando varios cráneos y algún esqueleto completo de los indígenas.
   De vuelta a Punta Arenas, Martín Gusinde embarcó en el vapor “Alfonso” perteneciente a la compañía Menéndez-Behety con destino a la población de Río Grande, en la parte argentina de la isla grande de Tierra del Fuego, adonde arribó el 19 de enero de 1919.  A unos diez kilómetros se encontraba la Misión Salesiana Nuestra Señora de la Candelaria, fundada en noviembre de 1893 por el padre Giuseppe María Beauvoir [3] por orden de monseñor Fagnano. De los setecientos selk’nam que fueron recluidos en dicho emplazamiento a lo largo de veinte años, Gusinde sólo encontró siete supervivientes. Sus excavaciones en el cementerio de Río Grande no obtuvieron resultados porque, según asegura el sacerdote verbita "junto con los indios, fueron también enterrados allí, sin orden alguno, aquellos civilizados que morían en los alrededores".
   Se trasladó al asentamiento de indios selk’nam de Río del Fuego, atendido por el padre Juan Zenone. Conocido como Misión Santa Inés e instalado en 1907 en la estancia Viamonte, propiedad de los hijos del reverendo anglicano Thomas Bridges, se trataba en realidad de una misión volante dependiente de la de Río Grande. En su estadía allí, Gusinde, con la ayuda del salesiano italiano, estudió el vocabulario, las reglas gramaticales y la fonética de los indígenas, además de sus creencias y costumbres. También llevó a cabo mediciones antropológicas de los indígenas que allí encontró, que totalizaban doscientos dieciséis individuos. Gusinde documenta gráficamente la primera la ceremonia selk’nam del “klóketen” o rito de iniciación a la edad adulta.


Halimink, maestro de ceremonias del Hain, 1923

   Martin Gusinde también visitó la zona del lago Kakenchow, que significa en lengua local "agua grande", donde los últimos selk'nam que vivían según su modo tradicional habían establecido un campamento al pie del monte Hewhepen. En el momento de la visita, habitaban el lugar trece adultos y diecinueve niños. Gusinde reflexiona entonces sobre las razones que llevaron a la casi extinción de la población selk’nam de Tierra del Fuego, desechando las enfermedades como única causa de la mortandad y concluyendo que "la adquisición por fuerza y el robo del terreno, invadido y ocupado por los civilizados, quitó a los indios todo medio de subsistencia", para continuar y "si el pobre lanzado huía refugiándose a otra parte, allí le esperaba la muerte segura por la bala de los blancos. A tan bajo nivel llegó la codicia y la inhumanidad del hombre civilizado, que las cabezas de los indios constituían muy a menudo para el un artículo de comercio; pues, el ladino comerciante pagaba al asesino una libra esterlina y vendía después el cráneo al museo de Londres por cuatro libras… ¡espléndida ganancia en números redondos! El codicioso estanciero que quería limpiar su campo, pagaba la misma suma por un par de orejas humanas, como proporcionó igualmente la estricnina para envenenar grupos enteros de inocentes indígenas".
   En los alrededores del lago Gusinde encontró a uno de los tres únicos supervivientes de la tribu Haush, reflexionando sobre las características que los diferencian de los selk'nam. Posteriormente, se desplaza hasta la población de Ushuaia donde localizó a ocho indígenas de origen yámana sobre las que no realizó estudios antropológicos por su carácter mestizo.
   Sobre los yámana, Gusinde escribe de sus costumbres y su antigua ubicación y hace una estimación del número de individuos antes de la llegada de los colonizadores, que establece en tres mil para el año 1870. En 1884, según el pastor anglicano Thomas Bridges [4], los yámana se habían reducido a menos de mil individuos que, en marzo del año siguiente, fueron diezmados por una epidemia de sarampión que situó la cifra en la mitad. Gusinde hace un recuento de los sobrevivientes en 1919 y fija la cifra en cien yámanas.


Gusinde con sus informantes yámanas (fotografía coloreado por Carlos A. Villarroel)

   Los yámana eran nómadas canoeros que recorrían los canales cazando focas y cetáceos y buscando moluscos y peces, lo que constituía su alimentación. La acción evangelizadora recayó sobre los misioneros anglicanos de la South American Missionary Society, con sede en las islas Malvinas. Desde allí realizaron varias expediciones para tomar contacto con los indígenas, fundando en 1869 la misión de Ushuaia, que tuvieron que abandonar al convertir el gobierno argentino dicha población en capital de la Gobernación de Tierra del Fuego. Trasladados a la misión de Tekénika, al sur de la península de Pasteur en la isla Hoste, tiempo después cambiaron su ubicación a bahía Douglas, en la costa oeste de isla Navarino, donde finalmente fue clausurada al haber fallecido la mayoría de los indígenas. Será el reverendo Lawrence, instalado en Punta Remolino al norte de la isla Navarino cruzando el canal Beagle, donde los últimos yámanas nómadas pasan algunas temporadas, quien ilustre a Gusinde sobre las costumbres de este pueblo.
   Sin tiempo ni recursos para poder estudiar a los kawésqar, que habitaban los canales al norte del estrecho de Magallanes hasta el golfo de Penas, Gusinde regresó a Ushuaia y de allí a Punta Arenas, arribando finalmente a Santiago de Chile el 30 de marzo de 1919.

II Expedición a la Tierra del Fuego (diciembre 1919-marzo 1920)

   Gusinde obtiene una nueva subvención del Museo de Antropología y Etnología de Chile y emprende un segundo viaje a Tierra del Fuego. El objetivo de esta expedición es estudiar detenidamente las costumbres de los indios yámanas, que tradicionalmente había sido un pueblo nómada canoero. Tras la invasión de su territorio por los colonizadores, el grupo que pretende estudiar Gusinde acude durante la temporada de la esquila a la estancia de Carlos Crooke, secretario del consulado español de Punta Arenas y propietario de una hacienda en bahía Douglas, en la costa oeste de la isla Navarino, en el lugar donde antiguamente se encontraba la misión anglicana, en un claro ejemplo de cómo los indígenas pasaban muchas veces de inquilinos de la misión a trabajadores de los estancieros.
   En esta ocasión partió el 5 de diciembre de Santiago en dirección a Valparaíso, donde embarcó en el vapor “Chiloé”, de la compañía Braun & Blanchard, con destino a Punta Arenas, arribando el 17 de diciembre. Fue recibido por el obispo Aguilera, como en el primer viaje, y por el gobernador interino de Magallanes Arturo E. Swett.


Choza del Hain, con un koshménk en la parte izquierda

   Enseguida se embarca en el escampavía “Yelcho” de la Armada de Chile, que partió el 20 de diciembre en dirección al canal Beagle, llegando dos días después a la estancia del río Douglas y siendo recibido por el administrador Schilling. Para su desgracia, ningún indígena había acudido ese año a la estancia para las labores de la esquila de las ovejas, por lo que se dedicó a realizar excavaciones en el cementerio yámana. No pudo obtener ningún esqueleto para el Museo puesto que, debido a las especiales características de humedad de la tierra de esa zona, los huesos se deshacían nada más tocarlos.
   Enterado de que había un grupo de indígenas en Punta Remolino, al sur de la isla grande de Tierra del Fuego, a 30 kilómetros al este de Ushuaia. Se trasladó a ese lugar el 26 de diciembre siendo recibido, como en el anterior viaje, por su propietario, el reverendo Lawrence, quien intercedió ante los yámanas para que aceptaran la presencia entre ellos de Martín Gusinde.
   Ganándose la confianza de los indígenas ("jamás un individuo de raza blanca ha logrado introducirse en los más íntimo y sagrado de su mitología y tradiciones"), Gusinde recopiló sus leyendas y creencias. De hecho, según el propio Gusinde, participó en una ceremonia ritual de paso a la edad madura como uno más de ellos: "resolvieron finalmente admitirme bajo la condición de entrar como discípulo y de someterme a las prescripciones de su severo ritual".
   En realidad, parece que, presionados por su patrón, el reverendo Lawrence, y a cambio de algún presente, los yámanas accedieron a representar la ceremonia Chiejaus haciéndole creer a Gusinde, que para entonces contaba treinta y cuatro años, que estaba participando en un verdadero ritual indígena. Superadas las duras pruebas a que fue sometido ("solían durar de una a seis semanas; a nosotros nos tocó permanecer diez días, debido al reducido número de alumnos"), Gusinde se consideró incorporado a la tribu yámana y obligado a participar en una segunda etapa de la instrucción, denominada Kina.


Gusinde en la ceremonia yámana del Chiejaus, 1920

   Al terminar la representación de la ceremonia, "los indios sintieron la necesidad de viajar, de forma imperiosa e irresistible, para satisfacer de este modo su temperamento nómada y aventurero". Gusinde, con una elevada opinión de sí mismo, consignó lo impresionados que se habían quedado los indígenas al conocerlo: "me repetían que se sentían aliviados en algo por haber conocido antes de su completo exterminio, a un solo blanco que les dio pruebas efectivas de sentimientos humanitarios y de sinceridad.  Básteme decir que nuestra despedida fue conmovedora; los indios no cesaban de recomendarme una próxima vuelta".  
  El explorador abandonó Punta Remolino el 22 de enero de 1920, dirigiéndose a caballo a los campamentos que había visitado en su anterior expedición, en el centro de la isla grande de Tierra del Fuego, ahora en sentido inverso a como lo hizo entonces. En el campamento selk'nam del lago Kakenchow le informaron que los indios habían salido a guanaquear, mientras que en el de Río del Fuego fotografió algunos selk'nam, con la ayuda del padre Juan Zenone. En la misión salesiana de La Candelaria en Río Grande no quedaba de los selk'nam más que su cementerio que Gusinde intentó nuevamente excavar ("probé suerte, escarbando en varios puntos"), sin obtener ningún resultado.
  En la estancia Vicuña, ya en territorio chileno, realizó estudios sobre el perro indígena, que consideró extinguido al ser los ejemplares existentes un cruce entre el perro salvaje y el galgo europeo. Gusinde anotó entonces una interesante observación: "el perro salvaje era un peligro para las ovejas, y así  ha tenido que desaparecer, aun siendo de importancia vital para el indio mismo. Era evidente que cualquier amenaza para el ganado, viniera de las bestias o de los indios, debía ser neutralizada inmediatamente con cualquier medio disponible".
   Gusinde llegó a Porvenir y de ahí pasó a Punta Arenas. Después de realizar una visita a la cueva Mylodón en la región de Última Esperanza, invitado por Germán Eberhard, se embarcó con destino a Santiago adonde llegó el 9 de marzo de 1920.

III Expedición a la Tierra del Fuego (diciembre 1921-marzo 1922)

   Martín Gusinde emprende su tercer viaje a Tierra del Fuego consciente de la urgencia con que debe estudiar a los indígenas de la zona, amenazados por la extinción, y demostrar así lo infundadas de las opiniones que, como las del naturalista Charles Darwin [5], calificaron a esos pueblos como "seres intermediarios entre los animales y la verdadera especie humana (…) dedicados a la antropofagia y sin Dios ni ley en sus actos". Para Gusinde, las declaraciones de Darwin eran "gratuitas y antojadizas".
   Dispuesto, como en el segundo viaje, a hacer vida común con los indígenas, Gusinde parte en diciembre de 1921 de la capital chilena con destino al sur. En esta ocasión, dada la crisis financiera que viven las arcas del gobierno chileno y la falta de fondos del Museo Etnológico, será el arzobispo de Santiago Crescente Errázuriz quien proporcione los medios económicos necesarios para la expedición.


Mujeres selk'nam, pintadas para la ceremonia Kewánix, 1923

   Acompañado del antropólogo Wilhelm Koppers, el 2 de enero de 1922 deja Punta Arenas en dirección a isla Navarino, a donde arriban tres días más tarde. De nuevo se decanta por estudiar a los yámanas, también llamados yaganes, los indígenas que habitan las islas más australes del continente americano recorriendo en sus canoas los canales del archipiélago del Cabo de Hornos. Su objetivo es participar en la Kina, la segunda fase del rito iniciático de la pubertad que comenzó con el Chiejaus dos años antes.  Tras establecer una similitud con el Kloketén de los selk'nam, Gusinde pasa a relatar los detalles de la Kina.
   En sus informe, Martín Gusinde demuestra la existencia de creencias religiosas entre los yámanas y su monoteísmo, cuyo ser supremo es Watauinewa, “el antiquísimo”, al que solicitan auxilio cuando se produce una tempestad o al que confían a sus seres queridos fallecidos.


Martin Gusinde y Wilhelm Koppers con los yámanas en el Chiejaus, 1922

   Tras tres meses entre los yámanas, donde tomó diversas fotografías y consiguió grabar los cantos espirituales, y una corta visita al campamento ona de Río del Fuego, Gusinde se embarcó en el escampavía “Orompello” en dirección a Punta Arenas, de donde siguió viaje a Santiago, llegando a la capital chilena el 1 de marzo de 1922.

IV Expedición a la Tierra del Fuego (1923)

   Martín Gusinde regresa nuevamente al sur de Chile para estudiar completar sus estudios sobre los pueblos indígenas iniciados años antes. Desde Punta Arenas se traslada a Ushuáia y de ahí a Puerto Mejillones, en el norte de la isla Navarino, lugar de reunión de los yámanas.
   Al poco tiempo, se reúne en dicha zona medio centenar de indígenas convocados por el propio Gusinde que apunta que "únicamente se negaron a mi pedido unos seis individuos de las islas Wollaston, por estar obligados con ciertos pescadores europeos a trabajar en la caza de nutrias, a modo de esclavos". El sacerdote alemán tiene por objeto, en esta ocasión, estudiar a los “yékamush”, médicos-hechiceros que gozan de cierta ascendencia sobre la tribu. Anota que la mayoría de las tradiciones de los yámanas les han sido transmitidas por los selk’nam.


Los dos Klóketen iniciados en el Hain de 1923

   En abril Gusinde cruza el canal Beagle y se traslada a la isla grande de Tierra del Fuego para reunirse con los selk’nam del campamento de lago Kakenchow. Critica con dureza a la teoría del evolucionismo e intenta demostrar la existencia de la propiedad individual entre los indígenas y del comercio de objetos frente a los que abogaban por la existencia de una sociedad primitiva comunista. También señala la existencia de un Ser Supremo entre los selk’nam, el “Temáukl”. Obsérvese la obsesión de Gusinde por señalar el monoteísmo de los indígenas, religión que él mismo practicaba en la variante del catolicismo
   Sorprendido por el invierno, Gusinde acompañado por dos guías selk’nam consigue llegar, tras una larga caminata a pie, hasta Puerto Haberton y de ahí a la estancia de los hermanos Lawrence, en Punta Remolino a orillas del canal Beagle. Finalmente, el 7 de septiembre arriba a Punta Arenas. 
   Gusinde hace balance de la situación de ambos pueblos. Con respecto a los yámanas, dice que "vemos, hoy día, reducido el número de esos indios a sólo 70, contando también a algunos mestizos; y habiendo pasado al otro mundo ya todas las personas ancianas, versadas y experimentadas en todo lo que constituye la cultura y el patrimonio peculiar de los yáganes, una investigación científica de esos indígenas sería hoy completamente inútil, ya que no podría llegarse a conclusiones completas y del todo seguras, pues los últimos restos de ese pueblo, en gran mayoría personas jóvenes, ya han olvidado y perdido lo que era su cultura propia y originaria". También dedica un párrafo a los selk'nam de Tierra de Fuego: "Al pasar yo por sus campamentos, su número alcanzaba aún a 274; pero, según noticias recibidas últimamente, la gripe se llevó a la tumba varias personas en la primavera pasada. En atención a esto, considero una rara fortuna haber tenido la oportunidad de estudiar detenidamente a este pueblo y de salvar los tesoros de su idiosincracia para la historia".
   Quince días después, ya recuperado, Martín Gusinde emprende la segunda parte de su investigación, centrada en exclusiva sobre los indígenas kawésqar. Embarcado en el escampavía "Piloto Sibbald" se dirige a Puerto Ramírez en la península Muñoz Gamero, donde pudo entrar en contacto con unos 40 kawésqar, un gran número que se había reunido para un entierro. Gusinde explica que "cada familia vive aparte de las demás y huye de los civilizados, por haber sido explotados y maltratados impunemente en tantas ocasiones ya". 


De izquierda a derecha, Halahaches, Xalpen y Tenenensk, 1923

   Como en los casos de yámanas y selk'nam, Gusinde empleó las semanas pasadas con los kawésqar para estudiar sus ceremonias secretas, mitología y religión. Reflexiona sobre su reducido número: "No pasa hoy de 250 individuos entre grandes y chicos. Antes de entrar en contacto con los blancos habían formado una población que alcanzaba probablemente a más de 6.000 personas". 
  El religioso estudió también el idioma kawésqar, completamente independiente de las lenguas de los otros pueblos, e incluso consiguió establecer tres dialectos diferenciados dentro de la lengua kawésqar. Insiste nuevamente en el monoteísmo de los kawesqar.
   Gusinde recopiló muchos objetos de la cultura material kawésqar, además de grabar sus voces, y, como hizo con los indígenas de los otros pueblos, tomó también medidas antropológicas.
    Ya hemos visto como, en sus cuatro viajes al extremo más austral de América, Martin Gusinde entró en contacto con selk'nam, kawésqar y yámana, a los que pudo fotografiar y estudiar en sus territorios tradicionales, aunque en un avanzado estado de aculturación debido a la influencia de los colonizadores. Los pueblos originarios recurrían entonces a la autoetnografía, como una estrategia por la que interpretaban para el explorador, en este caso el sacerdote Gusinde, el papel que se necesitaba en ese momento; cazador, guerrero, chamán, etc. Las imágenes artificiales y las representaciones organizadas no restan valor a los documentos gráficos que forman parte ya de la memoria cultural de esos pueblos legendarios. Casi 900 fotografías forman parte del archivo Gusinde depositado en el Anthropos Institute en Sankt Augustin, Alemania. 
    Un hombre, Martin Gusinde, que siempre denunció con energía las matanzas que acababan de suceder en la Tierra del Fuego: "Se habían esparcido por los poco escrupulosos estancieros y buscadores de oro, una serie de noticias tendenciosas acerca de los fueguinos, con las que querían justificar como legítima defensa sus actos criminales y sus premeditadas matanzas".




[1]  Gusinde distingue en sus primeras observaciones entre los indios onas o selk’nam y los indios haush o manekenk que, pobladores de la península de Mitre, tenían una "diferencia marcada en su lenguaje y mitología, como también en sus costumbres". Años después aseguraría que "no puede considerarse a los haush como un pueblo o una raza distinta de los Selk’nam". Los últimos estudios indican que los haush llegaron a Tierra del Fuego antes que los selk'nam y que su economía y alimentación estaba orientada a la foca en vez de al guanaco pero los dos forman una misma unidad étnica.
[2] Martín Gusinde asegura que "es muy errónea la opinión arraigada en muchos círculos, que supone la extinción de la tribu Ona a la introducción de la sífilis". El antropólogo no pudo establecer ningún caso ni cierto ni dudoso de la existencia de dicha enfermedad entre los indígenas. Con respecto a la tuberculosis, Gusinde afirma: "Pongo en duda que alguien creyera posible, que sólo y únicamente por la tuberculosis pulmonar se hubiera extinguido una raza entera cuyos representantes, desde centenares de años atrás, se habían acostumbrado al clima rudo de la isla Grande".
[3] El salesiano Giuseppe María Beauvoir publicó en 1915 en Buenos Aires el primer diccionario del idioma selk’nam.  El nombre selk’nam era el que se daban a sí mismos estos indígenas, mientras que ona era la forma en que eran llamados por sus vecinos los yámanas.
[4]  El reverendo anglicano Thomas Bridges fue el autor del primer diccionario del idioma yámana, que terminó de recopilar en 1879.
[5]  Charles Darwin visitó la Tierra del Fuego en 1832 y 1833 y anotó sus impresiones en “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” donde escribió "pueden compararse en cierto modo sus escasas facultades al instinto de los animales, puesto que no se aprovechan de la experiencia… Creo que el hombre en esta parte extrema de la América del Sur está más degradado que en ninguna otra parte del mundo". Gusinde criticó abiertamente la ligereza con la que Darwin emitió sus opiniones, sin molestarse en estudiar en profundidad las costumbres y creencias de los indígenas lo que hubiera logrado a través de una observación detenida. Hace extensivas sus críticas a los naturalistas franceses de la Mission Scientifique du Cap Horn (1882-1883) y aún al misionero anglicano Thomas Bridges, puesto que todos afirmaron que los yámanas carecían de creencias religiosas.